Los embalses pondrán el cartel de repleto antes del deshielo, superados por la lluvia
No existen precedentes de reservas tan holgadas a estas alturas del año, y con tanta primavera por venir.
Las colas de los embalses llegan a cotas que les eran extrañas desde hace años, y menos en marzo.
Los cuatro millones de metros cúbicos que embalsa al día el Esla, ejemplo de recurso hídrico leonés.
El Porma llega al 90% de su capacidad.
La CHD mantiene el tipo; pero tendrá que recurrir a una medida por la que había suspirado en años anteriores; sólo depende de lo que arrecie el próximo temporal para fijar la fecha. El desembalse de reservas es inminente e ineludible. El caudal de entrada a los vasos de cabecera de los ríos regulados se ha desatado. Las entradas medias de agua en las huchas hídricas marcan registros históricos: cincuenta metros cúbicos por segundo en la despensa del Esla; 32 metros cúbicos por segundo en el Luna; el Porma redondeaba ayer tarde los 26 metros cúbicos.
En la cara norte de los muros de contención los niveles suben como la espuma. Con el invierno aún en tiempo de descuento, se antoja que no habrá sitio para tanto agua. Riaño supera ligeramente el 90% de su capacidad; el Porma está en esa estela; y el Luna, el sobre explotado Luna que hace dos años en estas fechas suspiraba por una nevada generosa de última hora para hacer aparentes sus reservas que a duras penas pasan habitualmente de tapar el lodazal del valle, tiene ahorros al 80% de su cabida.
El invierno rico en lluvia que ha despertado manantiales dormidos en la última década, que ha puesto los torrentes al máximo de su capacidad, ha servido para juntar a principios de marzo 580 millones de metros cúbicos en los valles del Esla. Hay más de ciento veinticinco millones de diferencia con el dato medio del agua acumulada en la última década.
Se aprecia en el Porma un holgura similar; más de ochenta millones de metros cúbicos recogidos en el vaso del embalse, con incrementos formidables según el recuento diario y la trasera de la lengua de agua abordando valles en los que no se veía a estas alturas del año hidrológico desde hace muchos años. La excepcionalidad pone al valle de Vegamián a punto de rebosar. En tres semanas alcanzará niveles que harán necesario levantar las compuertas y soltar lastre, dar recorrido al caudal de salida ahora contenido en un generoso 9 metros cúbicos por segundo, tres veces el caudal ecológico, aunque pírrico si se compara con la cuantía del tesoro del otro lado del muro de la presa Le faltan treinta hectómetros cúbicos para llegar al tope de los 317; el Porma, agraciado por las precipitaciones como ninguna otra zona de León, en línea de los mil cien litros por metro cuadrado desde octubre. Los caudales de entrada a los embalses leoneses obligarán a poner el cartel de repleto dentro de 20 días.
León o aqualandia
El valor del agua que hace camino por los cauces de León se puede medir unos cuantos kilómetros al sur de la provincia, por el filtro del último embalse del Esla, que tiene una máquina dispuesta para transformar líquido en kilowatios, metros cúbicos en billetes de quinienrtos euros. Pero hay otro valor añadido que parace que es el crea apetencia sobre el territorio leonés, que es el que hace sentir a esta tierra como víctima de un colonianismo feroz que se remonta a la memoria que conforma la memoria moderna. Se entiende más al observar que hay regueros, torrentes y riachuelos que en cualquier valle del norte de la provincia leonesa son capaces de meter en una urna con tapón de hormigón dos, tres y hasta cuatro millones de metros cúbicos cada día. Y eso, con la fábrica a medio gas.
Las máquinas de contar agua que ha puesto la CHD en las cuatro puertas granes que abren paso al embals de la montaña oriental leonesa parecen poseídas por síndrome de la ruleta loca. Como molinillos desquiciados, suman litros como el desierto suma partículas de polvo. Alquien que sepa dimensionar el valor real del agua como elemento estratégico y sostén del desarrollo de ahora en adelante sabrá que debe de tener Riaño en el mapa para aspirar a algo. Respalda esa intuición la suma de agua que vomita Valdeburón, las tierras de la Reina, Hormas, el serpenteo de los arroyos que conducen hasta el Pontón; un imperio, que dobla en capacidad a todos los valles del Porma, nada raquíticos a la hora de medirse en manantiales, a los que acuden a diario, por el Silván y aledaños, casu 94.000 metros cúbicos cada hora, más de dos millones cada día. Ni el Luna, que parece tan famélico en verano (el embalse, no el río) y se coloca en segunda posuición del ránking de aportaciones al sistema que convierte al Duero en orondo. Es el valor de León en metros cúbicos, tomado así, con agua y almacen. Si se olvida el peaje social que ha costado en el último medio siglo poner a León como ejemplo de fábrica de agua -"con contador y todo-" no hay territorio en España que valga tanto por el agua que llevan sus ríos. No hay explicaciones sobre si era necesario echar a miles de leoneses de sus casas para que el agua fuera de la fuente al río.